TEMPLO DE AUGUSTO

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En una sociedad supersticiosa como la romana,era fundamental ganarse la protección y la estima de los dioses,lo cual se conseguía mediante oraciones,sacrificios y ofrendas,tanto en el ámbito público como en el privado. Por este motivo,todas las ciudades del Imperio disponían de un templo,o de varios,donde se rendía culto a las divinidades. La religión romana era politeísta,pero la Pax Augusta (periodo de paz impuesto por el emperador Augusto en todo el Imperio romano) impulsó una apoteosis vinculada al culto imperial,a partir de la cual se elevaban los emperadores romanos a la categoría de los dioses.

Durante toda la historia de Roma,los templos tuvieron una gran importancia,no solo simbólica,sino también urbanística,ya que siempre se ubicaban en una posición destacada. En Barcino el templo de Augusto,construido en el siglo I d. C. en el punto más elevado del monte Táber,presidía el foro. Era un edificio monumental,visible desde cualquier punto de la ciudad.

La forma y orientación del templo de Barcino han sido objeto de debate a lo largo de la historia. Últimamente han surgido nuevas hipótesis a raíz de las nuevas expectativas. Lo que sí se puede asegurar es que las medidas que se han tenido en cuenta hasta ahora se tienen que revisar.

El templo se construyó con piedra de Montjuic recubierta con una capa de cal pintada,de acuerdo con los restos que se han encontrado en el podio. Arquitectónicamente,seguía el modelo preestablecido: se levantaba sobre un podio de unos tres metros de altura y estaba rodeado de columnas de nueve metros con base,fuste acanalado y capiteles de orden corintio,ricamente adornados con hojas de acanto. Lo coronaba un frontón triangular que se apoyaba en un friso,probablemente decorado con altorrelieves.

DETALLE DE UNA DE LAS COLUMNAS DEL TEMPLO DE AUGUSTO.
FOTO: GLORIX.

En el interior del templo había una celda presidida por la imagen del dios o de varios dioses. Era un espacio sagrado y solo podía acceder a él el flamen (sumo sacerdote) y sus ayudantes,los séviros augustales. Las ceremonias religiosas nunca se oficiaban en el interior. Por este motivo,delante de la escalinata exterior siempre había un altar,donde se depositaban las ofrendas o se ofrecían animales en sacrificio,siguiendo un ceremonial muy riguroso.

Después de la caída del Imperio romano,el templo de Augusto perdió su funcionalidad,lo que favoreció su destrucción y el aprovechamiento de una parte de los materiales con los que se construyó. A pesar de esto,continuó marcando la fisonomía de la ciudad. En el siglo XI era conocido como «El Miraculum» (el milagro),seguramente debido a su presencia,todavía imponente. A partir del siglo XV,tres columnas y una parte del podio y del arquitrabe quedaron escondidos dentro de la estructura de un edificio medieval. Son los restos que actualmente se pueden admirar en la calle del Paradís,en la sede del Centre Excursionista de Catalunya,que adquirió el edificio en el año 1870. Esta institución fue quien promovió la recuperación y la monumentalización del templo,dejando visibles las columnas en un espacio público. El encargado de la reforma,finalizada en 1904,fue el arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner.

TEMPLO DE AUGUSTO.
FOTO: GLORIX.

En Roma,el culto imperial se consolidó como respuesta a las necesidades propias de los pueblos,que en momentos de inestabilidad política requieren protección. Por este motivo,el pueblo romano enaltecía a los generales y a los emperadores victoriosos que traían una paz muy anhelada en el Imperio y,como consecuencia natural,los divinizaban. Además,el hecho de rendir culto a los monarcas era una costumbre que ya había arraigado en las culturas del Próximo Oriente: tenía una gran difusión en Egipto y fue perpetuada por los persas y por las monarquías helenísticas.

En la religión romana existía la tradición del culto al genius (genio protector que velaba por cada persona desde su nacimiento. Cada lugar,ciudad,estado o casa tenía su genio tutelar,al que se pedía protección y se ofrecían sacrificios),que consistía en la divinización de la personalidad y recaía sobre personas vivas. No obstante,el genius no se consideraba un dios,sino que se le atribuían virtudes superlativas que lo situaban por encima del resto de los mortales. Otra tradición antigua también divinizaba conceptos abstractos,como la «clementia» o clemencia (virtud pública romana relacionada con la indulgencia mostrada por Roma con el resto de los pueblos),la «pax» o paz (virtud pública romana relacionada con la paz entre los romanos y el resto de pueblos,es decir,con el hecho de no estar en guerra contra ellos) o la «concordia» (virtud pública romana relacionada con la armonía entre los romanos y el resto de pueblos).

El emperador Augusto aprovechó estos elementos para lograr su entronización divina. Consiguió que el senado le otorgase epítetos como el de optimus y,muy especialmente,el de augusto. Después asoció el culto a abstracciones,como a su genius,así como a la Pax Augusta y a la Concordia Augusta. En vida,Augusto también aseguró su divinización después de su muerte mediante un plan estratégico que lo vinculaba genealógicamente a una divinidad. Primero,se proclamó hijo adoptivo de Julio César: en latín,Julio (Iulius) significa hijo de Julo,que según la mitología clásica era el hijo de Eneas. A su vez,Eneas era el hijo de un mortal,Anquises,y de una divinidad,Venus. De acuerdo con esta línea familiar,pues,Venus era antepasada de Augusto y,por lo tanto,se convertía en la clave para justificar su casta divina. Finalmente,Augusto vinculó el culto a su persona con el culto a los lares (divinidades domésticas protectoras del hogar) de la ciudad y distribuyó altares por toda la capital y,por extensión,a todas las ciudades romanas.

Con esta estrategia,se demuestra la envergadura del culto imperial,que constituye una poderosa herramienta política que cohesiona el territorio. Al mismo tiempo se manifiesta a través del arte,que adquiere un carácter esencialmente propagandístico. Además,el culto imperial fue adquiriendo un papel cada vez más importante y se acabó enalteciendo la figura del emperador y también la de toda su familia.

Augusto,y también los emperadores que lo sucedieron,consiguió cargos sacerdotales y,por lo tanto,obtuvo el monopolio de los auspicios (presagios basados en la interpretación del vuelo y el canto de las aves y de otros signos,hechos por el augur). De esta forma,obtuvo el poder absoluto sobre todos los aspectos vinculados a la vida religiosa y se acabó convirtiendo en una especie de intermediario entre el pueblo y los dioses.

Las tendencias idolátricas de la divinización del emperador impulsaron la confrontación con la religión cristiana,ya que el culto imperial resultaba irreconciliable con el monoteísmo cristiano.

Con la llegada del cristianismo a Barcino,el templo perdió su función y la vida política,religiosa y administrativa de la ciudad se desplazó al ángulo norte,junto a la muralla,donde se había ido formando,desde el siglo IV d. C.,el primitivo núcleo cristiano,nuevo centro de poder de la ciudad tardoantigua.